Se conoce como tripofobia, a la repulsión o miedo desproporcionado ocasionado por patrones repetitivos de figuras geométricas idénticas. Es el caso de agujeros, círculos, cuadros y rectángulos, entre otros. Las personas que sufren esta fobia, manifiestan incomodidad ante la presencia de estos patrones que aumenta en proporción al contraste entre los elementos que lo conforman. La mayoría de los estímulos fóbicos, se consideran peligrosos o amenazantes para la salud o seguridad de una persona. Por el contrario, la tripofobia no entra en esta categoría, es más bien una falsa alarma que se origina sin que haya realmente un elemento externo amenazante. Todas las personas podemos experimentar cierto grado de repulsión al contemplar superficies con agujeros aglomerados. Pero para ser considerada una fobia, debe incluir las causas y síntomas que veremos a continuación.
Causas de la tripofobia
La mayoría de las fobias que padecen los seres humanos, son originadas por una experiencia traumática o por aprendizaje cultural. Sin embargo, la fobia de los hoyos o tripofobia es un caso diferente. La raíz de este fenómeno, podría estar explicada en la apariencia de muchos animales letales que poseen en su piel este tipo de patrones que el cerebro registra como una amenaza.
Es posible que la tripofobia, haya sido un mecanismo de defensa que desarrolló el organismo del ser humano en su proceso evolutivo. De esta manera, los individuos experimentan repulsión y nerviosismo ante estas figuras como una alerta para no acercarse a ellas.
Síntomas
Son diversos lo síntomas de la tripofobia, y pueden aparecer de distinta manera de acuerdo a las características personales de quienes la padezcan. Algunas de estas manifestaciones son palpitaciones, repulsión, ansiedad, mareos, opresión a nivel del pecho. Además, de repugnancia, náuseas e incluso vómito, debilidad y sensación de desmayo, hormigueo en las extremidades, excesiva sudoración, temblores y falta de aire.
La intensidad de los mismos también puede variar y, aunque no se presenten todos, son un claro signo de la presencia de este miedo patológico a los agujeros. Los malestares no desaparecen de manera inmediata, pues el recuerdo marca la conciencia y de esta manera se retroalimenta la fobia.
Tratamiento
Existen varios tipos de tratamientos con los que se puede lograr la cura de esta enfermedad. Algunos de ellos, mediante la administración de medicamentos y terapias psicológicas. Una de ellas es la exposición gradual. Consiste en exponer al paciente a imágenes en las que se puedan apreciar algunos patrones repetitivos. Sin embargo, debe ser progresivamente. De manera que éste pueda tomar conciencia de sus síntomas y, con el tiempo, controlarlos. Se busca con este método que la persona afectada se sienta menos ansiosa cada vez.
Otro tratamiento es la terapia cognitivo conductual que intenta modificar la mentalidad del paciente con relación a su fobia. A través de la reflexión surgida en conversaciones abiertas, se hace más natural la conducta de quien padece esta enfermedad. Los especialistas también pueden prescribir medicamentos en casos más severos. Se trata de tranquilizantes y antidepresivos que ayudan a controlar la ansiedad del paciente ante las imágenes .