Un absceso periamigdalino es la acumulación de pus en la zona posterior de la boca, alrededor de las amígdalas. Esto suele producirse debido a una infección bacteriana que afecte los tejidos de dicha zona.
La aparición de un absceso periamigdanilino puede provocar diferentes molestias en la zona de las amígdalas y la garganta. Además de producir dolor, estas infecciones pueden causar problemas para abrir la boca e incluso de tragar alimentos sólidos. También puede hacer que la persona tenga problemas para hablar y, en casos más sensibles, para respirar correctamente. A continuación, vamos a conocer las causas y los tratamientos para estos abscesos periamigdalinos.
Índice
Causas de pus en la garganta
Normalmente, la formación del absceso periamigdalino se debe a una complicación con los síntomas de la amigdalitis. También puede ser causado por una bacteria llamada estreptococos beta-hemolíticos del Grupo A, la cual puede causar la faringitis. Al mismo tiempo, esta acumulación de pus puede producirse por algunos virus y hongos.
Como la gran mayoría de las infecciones de esta naturaleza, un absceso periamigdalino está relacionado con la mala higiene. Evitar cepillarse los dientes o utilizar enjuagues bucales de forma regular aumenta las probabilidades de padecer esta condición. El cigarro o el tabaco también pueden aumentar el riesgo de padecer de estos abscesos en la garganta.
Síntomas del absceso periamigdalino
Uno de los primero síntomas del absceso periamigdalino es un dolor sumamente molesto en la garganta. A este dolor suelen seguirle inflamación de las amígdalas y un enrojecimiento anormal de las mismas. También se producen problemas para abrir la boca o tragar ciertos tipos de alimentos. Las personas que sufran de esta condición suelen babear de forma mucho más frecuente y abundante.
Por otra parte, las personas que sufran de esta aflicción suelen padecer de fiebre alta y dolores de cabeza agudos. En los casos más severos, la inflamación del absceso periamigdalino puede trasladarse a la garganta y el pecho. Cuando esto sucede, es posible que el paciente experimente problemas para respirar. Y, si el absceso se revienta, el pus acumulado podría viajar a los pulmones y causar una neumonía.
Tratamientos del absceso periamigdalino
Si se logra detectar de forma temprana, el absceso periamigdalino puede ser tratado con la aplicación de antibióticos. Pero, cuando ya la infección haya crecido, será necesario el drenaje del pus que se acumula en las amígdalas. Esto se realiza con una pequeña aguja o con un bisturí para realizar una pequeña incisión en el absceso. Este procedimiento se realiza con la aplicación de analgésicos para evitar que el paciente sienta dolor.
Es posible que la persona vuelva a sufrir de amigdalitis o vuelva a producirse la formación de un absceso periamigdalino. Cuando esto sucede, se debe realizar un procedimiento llamado amigdalectomía. Este proceso se utiliza para extirpar de forma quirúrgica las amígdalas al mismo tiempo que se estén drenando.
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